domingo, 26 de julio de 2015

Intensidad de Vida


Ante nosotros bullen como fantasmas los últimos emblemas del siglo XX, que se descomponen velozmente, mientras la multitud se esfuerza en simular que no es nada por lo que sea preciso preocuparse.

Asimismo, el siglo XXI no se expresa con nitidez, pues la ciencia y la tecnología no logran disimular lo falso de sus lánguidas premisas futuristas aplicadas en nombre del progreso y del desarrollo.

Hay, no cabe duda, una espantosa descomposición por un lado, y una serie de promisorios vaticinios por el otro. Apelotonados y entrecruzados sin que se pueda discernir un horizonte ajeno al caos y la agonía.

Los días huelen a apocalipsis, pero al mismo tiempo se filtran preámbulos de horas plenas y promisorias.

Las ideologías trastabillan, la destrucción del entorno se acelera. Todo preanuncia graves desórdenes financieros globales en tanto la multitud consume diversiones de escaso potencial esclarecedor. Todo lo contrario.

La toxicomanía y la violencia devora los cerebros de millares de jóvenes carentes de rumbos en medio de monumentales simulaciones de normalidad colectiva.

Queda en pie un desafío: la vida espiritual, despojada de lastres materialistas. Preámbulo de descubrimientos audaces y duras confirmaciones: no se acaba el mundo sino que agoniza una manera de ser y estar en el mundo. Evidencia traumática, por cierto.

Seamos realistas: pensemos y hagamos lo indispensable. Paso a paso, así como la gota horada la roca y despeja así el terreno para el advenimiento de nuevas revelaciones y distintas formas de vida.

El horizonte está en nosotros. Intensamente.



No hay comentarios: